Bromeábamos sobre las picaduras de mosquitos cuando una voz -y sobre todo un acento- familiar dijo a mis espaldas: "¿Pero qué dices de los mosquitos, tío?". Al darme la vuelta descubrí con sorpresa que se trataba de Franki, alicantino, hermano de Juan, mi gran amigo de los tiempos de Erasmus en Perugia y, sobre todo, compañero de viaje en aquella aventura ya lejana que fue Marruecos. Él también volaba a Estambul.
En breve tomaremos un autobús nocturno que en doce horas nos cruce al continente asiático hasta Gorome, el epicentro de la Capadocia y nuestro próximo cuartel general. Allí visitaremos ciudades enterradas, formaciones geológicas imposibles y cañones horadados por el peso de la historia.
Abrazados, fotografiados y presentados mis amigos y su novia, Franki rompió el hielo viajeril con una guía improvisada pero muy completa sobre las posibilidades, los trucos y los consejos para moverse por el país. Con ellos aterrizamos en la ciudad y con ellos volveremos a vernos en algún momento de la aventura.
El día de hoy ha sido de toma de contacto, paseos, callejeos, alguna visita interesante y un viaje en barco para siestear mecidos por las aguas del Bósforo.
A Estambul la conocí el pasado seis de enero, pero con la luz estival del atardecer es aún más bella. Quizás por el ramadán, las calles no están tan atestadas como la última vez, y la ciudad despliega sus encantos milenarios enamorando, como hizo conmigo, a mis amigos.
Nos despedimos de la antigua Bizancio observando a miles de familias descansando a los pies de la mezquita azul, sin más preocupaciones que disfrutar de la puesta de sol.
Y para nosotros comienza el viaje rumbo al punto cardinal donde nació esta mañana, como lo ha hecho siempre, antes de que Estambul fuera Constantinopla o Bizancio. Sin contratiempos nos vamos al Este. Iremos informando...
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